miércoles, 28 de diciembre de 2011

DE RE GRAECA








LOS ESCANCIADORES EN LA ANTIGÜEDAD

Actuaban como escanciadores en los tiempos antiguos los jóvenes de las mejores familias, como el hijo de Menelao. Incluso el poeta Eurípides, siendo niño, sirvió  como copero. En todo caso, Teofastro, en su tratado Sobre la embriaguez, dice: "He oído decir yo al menos que también el poeta Eurípides escanció el vino en Atenas para los llamados "bailarines".
Pero también entre los romanos los hijos de las mejores familias desempeñaban esta función en las festividades públicas, imitando en todo a los eolios, incluso hasta en los tonos de la voz. Por otro lado, era tal el gusto por el lujo de los más antiguos que no sólo tenían escanciadores, sino hasta inspectores del vino.
Por ejemplo, los inspectores del vino constituyen un cuerpo oficial en Atenas, que menciona Éupolis en 
Las ciudades.



EL VINO SIN MEZCLA

Tú lléname a mí, y yo te daré a ti de beber.
!Que la almendra se divierta junto a la almendra!

!Que el esclavo persiga los vasos sin cesar!

Bien conocemos por los textos lo que le sucedió a Cleomenes por su afición a beber vino puro. Costumbre que había tomado al pasar tiempo con los escitas.
Esta mala afición le llevó a la locura, quitándose hasta la vida, mutilándose.
Por ello, los griegos, cuando quieren beber vino puro, dicen:
!Hazla escita!.

Teofastro, en Sobre la embriaguez, nos dice que el vino puro era una costumbre antigua.
En un principio el hacer libaciones se reservaba para los dioses, y el cótabo, para los amantes. En efecto, practicaban con asiduidad el cótabo, que es un juego siciliano.
A los amigos fallecidos, por otra parte, les dedicaban las porciones de comida caídas de las mesas. 

SOBRE LOS EFECTOS DEL VINO



Sin embargo no solían emborracharse los antiguos; Pítaco, incluso aconsejaba a Periandro de Corinto que no se anduviera emborrachando ni saliera de juerga.
"Para evitar que se te conozca por lo que realmente eres- decía- y no por lo que finges ser." Y es que

Espejo de la imagen es el bronce, y de la mente, el vino.

Y el poeta Esténelo ha dicho, de modo no incorrecto:

El vino hasta a los sensatos los induce a cometer insensateces.

Hesíodo dice en las Eeas:

Lo mismo que Dionisio ha dado a los hombres alegría y aflicción,
a quien bebe en abundancia y el vino, furioso, se le mueve en el interior,
le ata pies y manos, lengua y mente,
con ataduras invisibles; a lo envuelve un blando sueño...

También Teognis dice:

Llego en el estado en que el vino es más grato beber para un hombre:
no estoy ni sobrio, ni demasiado borracho.
Quien, en cambio, sobrepasa la medida en el beber, ése ya no es 
dueño de su propia lengua ni de su mente.
Profiere cosas sin pies ni cabeza, que al sobrio le resultan indecentes,
y no hay nada que se avergüence de hacer cuando está ebrio,
aunque antes fuera prudente y benévolo. Mas tú,
puesto que lo sabes, no bebas en exceso,
sino que, cuando empieces a emborracharte, levanta el 
campamento, que no te constriña el estómago
como a un vil siervo que trabaja a jornal.


Leyes contra el vino

Entre los locrios epizefirios, por otra parte, si alguien bebía vino puro sin que lo hubiese prescrito un médico
con fines terapéuticos, era condenado a muerte, según la ley promulgada por Zaleuco. En Masalia, otra ley
establecía que las mujeres tenían que beber agua. Y en Mileto dice Teofrasto que todavía en su época
era esto lo legalmente establecido. Entre los romanos, a su vez, no bebía vino ni el siervo, ni la mujer libre, ni los jóvenes libres hasta los treinta años.

En otro orden de cosas, constituye un caso insólito Anacreonte, que ha ligado toda su producción poética a la embriaguez.

Quienes desconocen la fuerza del vino afirman que Dionisio es responsable de las locuras humanas,
con lo que profieren una impiedad desmedida. Es por eso por lo que Melanípides:

Todos aborrecían el agua,
aun siendo anteriormente desconocedores del vino.
Pues bien, rápido, muy rápido, algunos perecían,
y otros proferían dementes voces.

Aristóteles por su parte, dice en Sobre la embriaguez: 

"Si el vino se hierve un poco, emborracha menos cuando se bebe, porque
hervido, su fuerza se debilita. Y se emborracha muy deprisa- afirma- los más ancianos, por la
exigüidad y debilidad del calor natural que hay contenido en su interior. 
Pero también las personas muy jóvenes se emborrachan bastante rápido, debido a la gran cantidad
de calor que tienen dentro, ya que se ven fácilmente dominados por el que les añade procedente del vino.
Se emborrachan así mismo, entre los animales irracionales, los cerdos, cuando se les ceba con los orujos de la uva, los cuervos y los perros, cuando comen la planta denominada oinoûtta, y monos y elefantes, cuando beben vino. Es igualmente por eso por lo que las capturas de monos y cuervos se realizan a base de embriagarlos, a los unos, con vino, a los otros , con la oinoûtta".

Alexis dice en la versión revisada de El frigio:

Si antes de emborracharnos se nos presentara
la resaca, nadie jamás aceptaría
vino más allá de la medida. Pero por ahora.
como no prevemos que el castigo por la borrachera
está al llegar, bebemos temerariamente las copas de vino puro.

Respecto al vino llamado "samagoreo" dice  Aristóteles que con tres cotilas mezcladas con agua se emborrachan más de cuarenta hombres.

Doctrinas de Platón sobre el vino

"Beber hasta la embriaguez- dice en el libro sexto de Las leyes Platón- ni es adecuado en ninguna otra
circunstancia, salvo en las festividades del dios dador de vino, ni tampoco carece de riesgo, ni desde luego es apropiado cuando uno afronta el matrimonio, momento en el que especialmente conveniente que se mantengan dueños de sus facultades mentales novia y novio, puesto que están experimentando un cambio no pequeño en su vida, y al mismo tiempo también en atención a su descendencia, para que nazca siempre de unos padres lo más sensatos posible. Pues es, en suma, incierto qué noche o día la engendrarán.

Vino espolvoreado con harina

También bebían muchos espolvoreando harina de cebada sobre el vino, según cuenta Hegesandro de Delfos.
Seleuco tomaba el vino con cebada espolvoreada.



Los lacedemonios y el vino

En otro orden de cosas, los brindis que suelen producirse en los banquetes no era costumbre  realizarlos entre los lacedemonios, ni tampoco llevar a cabo amistosos intercambios de bebida mediante ellos. Lo pone de manifiesto Critias, en sus Elegías:

También es costumbre en Esparta y práctica establecida,
beber de la misma copa portadora de vino,
y no ofrecer brindis llamado a nadie por su nombre,
ni haciendo la ronda de la compañía de izquierda a derecha...


Alejandro Magno y el vino

Alejandro Magno bebía muchísimo, hasta tal punto de dormir después de una borrachera dos días y dos noches sin interrupción.

Darío, tampoco se quedaba corto en beber. Tenía escrito sobre su tumba:

Era yo capaz tanto de beber mucho vino como de llevarlo bien.

Entre los persas, en cambio, se le permite al rey embriagarse un único día, en el que llevan a cabo los sacrificios en honor a Mitra.
Duris habla sobre ello en sus Historias:

Sólo en una de las festividades celebradas por los persas, la de Mitra, se emborracha el rey y baila la "danza persa"; nadie más lo hace a lo largo de Asia, sino que todos evitan durante ese día la danza. Y es que los persas aprenden a bailar lo mismo que a montar a caballo, y consideran que el movimiento que comporta dicha actividad proporciona una gimnasia adecuada para el vigor del cuerpo.



Afición de Filipo a la bebida

Mas también Filipo el padre de Alejandro era aficionado a la bebida, según cuenta Teopompo en el libro veintiséis de sus Historias:

Filipo , una vez que aquellos se marcharon, hizo acudir al punto a algunos de sus camaradas, ordenó llamar a las tañedoras del aulós, al citaredo Aristonico, a Dorión el tañedor de aulós y a todos los demás que solían beber con él, ya que a esta gente se la llevaba consigo Filipo a todas partes, e iba equipado con numerosos adminículos propios del banquete y las reuniones. Siendo, efectivamente, aficionado a la bebida y desenfrenado en su manera de ser, tenía además a su alrededor numerosos bufones, tanto de los que se dedicaban a la música como de los que contaban cosas graciosas.
Así que, después de beber durante toda la noche, de emborracharse mucho y armar alboroto, dejó que se despidieran los demás y, a punto ya de amanecer, se dispuso a montar una juerga donde los embajadores atenienses.


Otros grandes bebedores

Bebía muchísmo así mismo Arcadión como demuestra el epigrama que recogió Polemón en su obra Epigramas recogidos ciudad por ciudad:

Este sepulcro de Arcadión el de los muchos tazones
lo erigieron junto a este sendero que va a la ciudad
sus hijos Dorcón y Cármilo. Murió el hombre,
tú, quien seas, por beber vino puro de una copa de gran capacidad.

Que un tal Erasíxeno había bebido en exceso lo afirma un epigrama dedicado a él:

A Erasíxeno que no era un gran bebedor, se lo llevó
manifiestamente la copa de vino puro, tomada dos veces seguidas.

Bebía mucho igualmente Alcetas de Macedonia, según cuenta Aristo de Salamina y lo mismo Diotimo de Atenas. Éste inclus recibía el sobrenombre de "Embudo"; en efecto se ponía en la boca un embudo y bebía sin tregua el vino vertido a través de él, que es por lo que se le llamó "Embudo" de acuerdo con Polemón.

El egipcio Micerino- cuenta Heródoto en el libro segundo- habiéndose enterado por sus adivinos de que le quedaba poco tiempo de vida, se hizo construir numerosas lámparas, y cuando se hacía de noche se dedicaba a beber y al placer, sin parar de día ni de noche.
Además, andaba vagando por pantanos y bosques, e incluso por cualquier lugar en el que se enteraba que había juventud, y allí se emborrachaba, Más también Amasis, el que fue así mismo rey de Egipto, asegura Heródoto que bebía mucho.

Gran bebedor era así mismo el rey Atíoco apodado Epífanes, que fue rehén de los romanos; habla de él Ptolomeo Evérgetes en el libro tercero de sus Memorias afirmando que se había dado a las juergas y borracheras propias de los indios, y que gastaba mucho. Lo que le sobraba del dinero algunas veces los derrochaba yéndose de juerga de día, pero otras se ponía en las vías públicas y gritaba:

"A quien la suerte se lo otorgue, que lo coja". y se iba tras arrojar el dinero. A menudo vagaba solo con una corona de rosas sobre la cabeza, portando una toga recamada de oro, con piedras bajo el brazo, que arrojaba a los ciudadanos que le iban detrás- Además, se bañaba en los baños públicos, ungido con perfumes, y cuando en una ocasión un ciudadano le dijo, mirándolo:

"Eres afortunado, majestad: hueles a rico":

Él, encantado, le contestó:

"Te voy a dejar atiborrado de esto". Y ordenó derramar sobre la cabeza del otro una jarrita que contenía dos congios de un espeso perfume, de modo que hasta la muchedumbre de los que suelen rondar por el mercado se revolcaba en el líquido derramado. Y como el lugar se había puesto resbaladizo, el propio Antíoco se cayó con una carcajada, y a la mayoría de los que se estaban bañando le sucedió lo mismo.



Los jóvenes y el vino según Platón:

En el libro segundo de las Leyes:

Los jóvenes no probarán el vino en absoluto hasta los dieciocho años, porque no hay que echar fuego sobre fuego. Les será permitido catarlo con moderación hasta cumplir los treinta, pero el joven evitará por completo borrachera y exceso de vino. Mas cuando llegue a los cuarenta y se regale en los banquetes en común, podrá invocar a los restantes dioses y, especialmente , llamar a su lado a Dionisio al rito y a la vez diversión de los ancianos, que aquél otorgó a los hombres como defensa frente a la aspereza de la vejez, el vino curador, de manera que rejuvenezcamos nosotros y tenga lugar el olvido de la aflicción" Y a continuación dice:

"Circulan el relato y el rumor de que dicho dios fue privado de la razón de su alma por obra de su madrastra Hera; por eso, en venganza, inspira el frenesí báquico y la entera danza del delirio; de ahí que haya hecho donación del vino con ese mismo propósito."


Las mujeres y el vino

En otro orden de cosas, Faleco en sus Epigramas, da cuenta de cierta mujer aficionada a la bebida, llamada Cleo:

Al áureo Dionisio hizo donación Cleo,
después de habérsela ceñido, de esta túnica azafranada,
porque destacaba en los banquetes. En beber lo mismo
ningún ser humano rivalizó con ella nunca jamás.

Entre los romanos, sin embargo, según cuenta Polibio en el libro sexto, se prohibía a las mujeres beber vino.
Bebían, no obstante, el denominado passum; éste se hace con uvas pasas, y al paladar es semejante al vino dulce de Egóstene y al de Creta. Por eso lo utilizan para calmar el apremio de la sed. Por otro lado, le es imposible a la mujer ocultar que ha bebido vino, en primer lugar porque no tiene derecho de propiedad sobre él. Pero es que además de eso tiene que besar a sus parientes y a los de su esposo hasta los sobrinos segundos, y hacerlo a diario, en cuanto los ve. Finalmente, como el encuentro es imprevisible, se mantiene alerta sobre quiénes se topa. En efecto, el caso es que con sólo que lo pruebe no se precisa más acusación. 



Sobre la cerveza

En cuanto a ti, después de beber no tengas miedo de ir a caerte para atrás; que eso no puede ocurrirles a quienes, como dice Simónides, beben "vino que aparta los pesares".
En cambio, según afirma Aristóteles en Sobre la embriaguez, caen de espalda quienes han bebido el vino de 
cebada que llaman pînon,
En efecto, quienes se emborrachan con las otras bebidas se caen por todas partes, hacia la izquierda, hacia la derecha, de frente, boca arriba. Los que beben pînon, en cambio son los únicos que se caen hacia atrás y boca arriba. 
Hecateo en el libro segundo de su Descripción, después de decir que los egipcios son comedores de pan, añade: " Muelen la cebada para hacer su bebida."

Soy un amante de la buena mesa. Y éstos son los cimientos
de nuestro arte. Debe consagrarse a él en cierto modo
quien no quiere estropear lo que le ha sido concedido;
en efecto, el que está atento a lo que hace no será malo.
Luego, si son claros tus sentidos,
no podrías equivocarte. Cocina y prueba a menudo;
no tiene sal: échasela. Todavía le falta alguna
otra cosa: tú vuelve a probarlo hasta que esté sabroso.
Ténsalo como una lira, hasta que quede afinado.
Luego, cuando ya todo te parezca  estar en armonía,
llévalo a escena a través de todos.

La carta, Macón.



Disposiciones antiguas sobre las celebraciones festivas

Los antiguos, por otra parte, como concebían a los dioses a imagen de los hombres, tomaron disposiciones consecuentes en lo referente a sus festividades. Viendo, en efecto, que los hombres no eran capaces de resistirse al impulso de los placeres y que, en cambio, era útil y conveniente acostumbrarlos a disfrutar de ellos de un modo regular y ordenado, les acotaron un período de tiempo concreto y, así, después de realizar un sacrificio en honor a los dioses, se lanzaban a la diversión; el propósito era que cada cual, pensando que los dioses habían acudido en busca de las primicias y las libaciones, participase con el debido respeto en la reunión. Homero, por ejemplo, dice (Od. III 435).

Y llegó Atenea
a participar de los sacrificios.

También es bueno guardar silencio cuando están presentes quienes son mejores-

Pues bien, como consideraban que los dioses se hallaban cerca de ellos, celebraban las fiestas de una manera ordenada y sobria. De ahí que ni fuese costumbre reclinarse entre los antiguos, sino que  "se banqueteaban sentados (Od.III 471), ni beber hasta la embriaguez, sino "tras hacer las libaciones y beber cuanto deseaba su ánimo, se iba a casa de cada cual" (Od. III 395-96). hoy en día, en cambio, quienes fingen hacer sacrificios en honor a los dioses e invitan a la celebración a sus amigos y personas más allegadas, resulta que maldicen a sus hijos, insultan a sus mujeres, hacen llorar a sus sirvientes, amenazan a la mayoría, y sólo les faltaba decir lo de Homero (Il. II 381);

Man ahora id a cenar, para que podamos unirnos a Ares, 

sin tener en cuenta las palabras del autor del Quirón, ya se trate de Ferécrates, y de Nicómaco el experto en ritmo, o de quien quiera que sea (PCG VII, fr. 162)

Ni tú, a tu vez, si has invitado a un amigo a un floreciente festín,
te irrites al verlo allí, que es un malvado quien eso hace.
Al contrario, alégrate muy sereno en tu ánimo, y alégralo a él.

Falta de decoro en los banquetes contemporáneos

En la actualidad, sin embargo, no se acuerdan de esta máximas  en absoluto y, en cambio, se saben de memoria los versos que siguen, todos los cuales constituyen una parodia de las Grandes Eeas y los Grandes Trabajos atribuidos a Hesíodo.

Mas si alguno de nosotros invitaba a alguien a cenar cuando realiza un sacrificio
nos irritamos si acude, le dirigimos torvas miradas en su cara,
y queremos que se vaya cuanto antes por la puerta.
Luego, se percata de ello,  de alún modo, y se calza, y entonces le dice alguno
de los comensales: "¿Ya te vas? ¿Por qué no bebes algo? 
¿No vas a descalzarlo?". Entonces el que celebra un sacrificio se enoja con el que quiere
detenerlo, y al punto recita la elegía:
"No retengas a nuestro lado a nadie contra su voluntad,
 ni despiertes al que está durmiendo, Simónides".
¿No son este tipo de cosas las que le decimos cenando ante las copas de vino
al amigo?

Y aún añadimos lo siguiente (Hesíodo, Trabajos y días 722-23)

Ni estar malhumorado por un festín multitudinario
al que se contribuye en común. Enorme es la alegría, y el gasto, mínimo.

Por otra parte, denominaba los antiguos también epodósima (de aportación voluntaria) un tipo de cenas,
que son justamente las que los alejandrinos llamas " a escote" (ex epidomatôn).



LOS COCINEROS EN LA ANTIGUA GRECIA

DÉM- ¿Entonces, estás dispuesto a golpearme, queridísimo?
A- No, pero mientras regresa de la plaza el esclavo
te voy a examinar brevemente sobre el tema,
para que aprovechemos una buena oportunidad de charlar.
DÉM- !Apolo, sí que se pone difícil!
A- Escucha, buen amigo.
Tiene el cocinero que enteder primerísimo de todo
de fenómenos celestes, las puestas de los astros.
sus salidas. y cuándo el Sol
pasa a días largos y cortos.
y en qué signo del Zodiaco se encuentra.
Pues, el pescado, según dicen. y caso todos los alimentos,
con el movimiento circular del sistema en su conjunto
toma un sabor distinto en cada momento.
Pues bien, quien domina tales saberes, puesto que conoce
la estación utiliza cada alimento como conviene.
mientras que quien lo desconoce es normal que se cubra de oprobio.
...Ahí sí que tengo al cocinero. La disposición ordenada es hábil cosa
en todas partes y en todo parte.
pero en el nuestro prácticamente es lo que domina, por así decir.
Pues servir y retirar ordenadamente
cada plato, y conocer, además de ello, el momento oportuno:
cuándo hay que traerlos más seguido, y cuándo lentamente.
en qué disposición están hacia la cena, y cuándo
es un buen momento para servir, de las propias viandas, unas,
calientes, otras, tibias. otras, templadas,
otras, completamente frías. todo esto
se encuentra en las enseñanzas
de la estrategia-.
DÉM- Ahora que ya me has explicado
lo necesario. márchate tú mismo y quédate tranquilo.

Y ya han cenado las mujeres. Así que es hora ya
de quitar las mesas, a continuación barrer,
y luego, de proporcionar a cada cual el aguamanos 
y algún perfume.



DE GLOTONES VA EL ASUNTO

Mas. cual la de un banquete elegante,
variada abundancia deber proporcionar el poeta hábil
a los espectadores, para que uno se marche
habiendo tomado, comido y bebido aquello 
con lo que se regocija, y que no sea solo un
aderezo de la  música.


El glotón de Heracles

Para empezar, si lo vieses comer, te morirías.
Le ruge la garganta por dentro, le rechina la mandíbula,
le retumba la muela, le chirría el comillo,
silba por las narices, mueve las orejas.

En medio del silencio religioso,
se tragó hasta la leña y los carbones.


CATÁLOGO DE GLOTONES

Heráclito en El que ofrece hospitalidad, dice que una mujer, Helena, se había tragado grandes cantidades de comida.

Janto, por su parte, en la Historia de Lidia, dice que el rey Cambles de Lidia era un gran comedor y bebedor, un glotón incluso. Pues bien, éste cierta noche descuartizó a su propia esposa y la devoró; luego, al descubrir de madrugada en su boca la mano de su mujer, se cortó el cuello, pues el asunto se había hecho público. Del rey Tis de Paflagonia era un gran comilón.
De Queripo, a su vez, dice Fenícides, en El comandante de caballería:

El tercero, en adición a ellos, el habilísimo
Queripo. Éste, como sabes, come
en tanto se le da, o hasta que, sin darse cuenta, revienta.
Tiene una despensa como una casa.

Por otro lado, Nicolao el peripatético, en el libro ciento tres de sus Historias, cuenta que el rey Mitrídates del Ponto convocó un concurso para ver quien comía y bebía más ( consistía el premio en un talento de plata), y venció en las dos cosas. Sin embargo, cedió el galardón al que fue considerado segundo por detrás de él, Calamodris de Cícico el atleta. Más también Timocreonte de Rodas, poeta y competidor de pentlatón, comía y bebía bastante, como pone de manifiesto el peigrama sobre su tumba.

Tras mucho comer y mucho beber y mucho maldecir
de los hombres, yazgo muerto, yo, Timocreonte de Rodas.

Trasímaco de Calcedonia, a su vez, en sus Preludios, cuenta de Timocreonte que, llegado ante el rey de Persia y acogido como huésped por éste, empezó atiborrase de gran cantidad de comida. Al preguntarle el rey lo que se proponía con ello, le respondió que iba hacer picadillo a un sinnúmero de persas. Y al día siguiente, tras vencer uno por uno a muchos, se puso a hacer fintas con los puños. Cuando se le preguntó el motivo, afirmó que era que se había dejado otros tantos golpes, por si alguien quería enfretársele. Clearco, por su parte, en el libro quinto de sus Vidas, dice que el persa  Cantíbaris, cuando se le cansaban las mandbulas de´comer, abría la boca de par en par y, como si de un receptáculo inanimado se tratase, le echaban dentro la comida los sirvientes.
Y Helánico, en el libro primero de su Historia de Deucalión. cuenta que Erisictón hijo de Mirmidón fue apodado "Fogoso" porque era insaciable en lo que a la comida se refiere-
En cuanto a Polemón, en el libro primero de s Contra Timeo, afirma que en Sicilia existe un santuario dedicado a la Glotonería, y una estatua de Deméter Sito (del Trigo),  cerca de la cual se alza así mismo una de (Deméter) Hímalis (Protectora de la Molienda), lo mismo que en Delfos, la de Eunosto, y en Escolo, en Beocia, las de Megalarto (Gran pan) y Megalomazo (Gran pan de cebada),

Anáxilas el cómico, por su parte, hablando de un tal Ctesias, dice en su obra Los ricos:

A- !Qué reviente cualquier otro que cene bien, no sólo Ctesias!
B- ¿Y quien te lo impide?
A- Porque éste ha aprendido, como dicen los filósofos, el "principio" de una cena, pero el final jamás.

Filetero, a su vez en Atalanta:

Y si hiciese falta, corro más estadios que Sótades, 
sobrepasaré a Táureas en sus esfuerzos, 
y superaré a Ctesias en comer.


Glotonería de los beocios

Pero también pueblos enteros eran objeto de burla por su glotonería, como el beocio.
Por ejemplo, Eubulo, en Antíope, dice:

Que nosotros bebemos y comemos como hombres de verdad, 
y aguantamos. !Para los atenienses el hablar
y el poco comer, y el mucho. para los tebanos!

Y en Europa:

Funda una ciudad de beocios,
los mejores de los hombres en comer todo el día.

Y en Ión:

Hasta tal punto es beocio en sus maneras,
que ni comiendo, como se suele decir, se llena.

Polibio de Megalopolis en el libro vigésimo de sus Historias, dice que los beocios, habiéndose ganado una gran reputación por la época de la batalla de Leuctra, al poco tiempo desfallecieron en su ánimo, se dieron a la buena vida y ala embriaguez y hasta dejaron en sus testamentos legados comunes para sus amigos.
Incluso buen número de los que tenían parientes repartía entre sus compañeros de festín la mayor parte de su hacienda, de tal manera que eran muchos los beocios que tenían más banquetes al mes que días señalados en el calendario. Este fue el motivo por el que los megareos, que aborrecían tal estado de cosas entre ellos, se pasaron al bando de los aqueos.


Sobre la moderación en la comida y la bebida

Por el contrario, afirma Hecateo que los egipcios son comedores de pan, porque comen hillêsties y muelen la cebada para hacer una bebida.

Pitágoras, por otra parte, era así mismo de poco beber, y llevaba una vida muy frugal, hasta tal punto incluso de que a menudo se contentaba únicamente con miel. Algo semejante se cuenta de los generales Arístides, Epamonidas, Foción y Formión. 

El general romano Manio  Curio, a su vez, vivió a base de cebollas toda su vida, y cuando los sabinos le enviaron gran cantidad de oro, les contestó que no le hacía falta mientras tuviese para comer tal producto. 
Pero, son muchos los que gustan de las comidas moderadas, como muestra Alexism en La enamorada:

Lo que es yo, sin embargo, teniendo lo necesario,
odio lo superfluo, que en quienes se exceden
no hay encanto, sino extravagancia.

Y en Los hermanos de leches:

!Qué grato todo lo moderado! No me voy
ni llenísimo ni vacío, ahora, sino a gusto
conmigo mismo. Ya dice Mnesíto que hay
que evitar el exceso de cualquier cosa siempre.

En otro orden de cosas, el filósofo Aristón, en el segundo libro de sus Semejanzas amorosas, afirma
que Polemón el académico exhortaba a quienes se encaminaban a un banquete a que pensasen en cómo hacer que la bebida fuera agradable no sólo en ese momento, sino también al día siguiente.

Timoteo se encontró cierta vez con Platón, después de haber acudido a uno de sus banquetes, y le dijo:

"Vosotros, Platón, cenáis bien más de cara al día siguiente que al mismo día".

En cuanto a Pirrón de Élide, en cierta ocasión en que fue convidado por uno de sus discípulos, de un modo esplendido, pero vulgar, según cuenta él mismo, le dijo:

"De ahora en adelante no pienso acudir a tu casa, si es así como recibes a tus invitados, para que ni
yo tenga que ver con desgrado cómo derrochas tú sin necesidad ni tú pases tampoco mal rato, incomodado. En efecto, lo más inconveniente es que recibamos el beneficio de nuestra mutua compañía, y no el de la abundancia de platos servidos, la mayor parte de los cuales son los sirvientes quienes lo consumen.

Antígono de Caristo, por su parte en la Vida de Menedemo, cuando describe la disposición de un banquete en casa de dicho filósofo, refiere que comía en compañía de uno o dos, y que tenía el resto que acudir a su morada habiendo cenado ya. Tal era, en efecto, el almuerzo de Menedemo. Transcurrido éste, invitaban a entrar a los que habían ido llegando, algunos de los cuales, al parecer, cuando se adelantaban a la hora fijada, se paseaban arriba y abajo delante de las puertas y preguntaban a los esclavos que salían cuál era el plato servido u en qué punto se hallaba la comida.
Pues bien, si les respondían que era verdura o salazón, regresaban a casa; cuando, en cambio, les decían que carne troceada, entraban en la estancia preparada para la ocasión. En verano se disponía de una esterilla de juncos en cada lecho y, en invierno, una piel de oveja. En cuanto a la almohada, cada uno tenía que traerse la suya. El vaso que circulaba entre los invitados no era mayor de una cotila, y el postre consistía habitualmente en altramuces o habas, aunque en ocasiones también se servía algún producto de temporada; en verano, pera o manzana, en primavera almorta, y en la estación invernal, higos secos.

Cierta vez que Arcesilao tenía invitados a cenar a unos amigos y faltó el pan, el esclavo hizo un gesto con la cabeza indicando que ya no había más. Él, entonces, soltó una carcajada, y batiendo las palmas dijo: !Qué banquete es el nuestro, amigos! Se nos ha olvidado comprar suficiente pan. !Venga, corre, muchacho! También esto lo decía riéndose, así que una risa general brotó de los presentes, y distracción y charla se vieron acrecentadas, de tal modo que la falta de pan se convirtió en aderezo del banquete. En otra ocasión, Arcesilao encargó a su discípulo peles que filtrara el vino, y como éste, en su inexperiencia, unas veces lo revolvía y otras lo tiraba fuera, y el vino aparecía mucho más turbio, le dijo con una leve sonrisa: "Le he ordenado filtrar el vino a un hombre que no ha captado en absoluto lo que es el bien, lo mismo que me pasa a mí. Así que !arriba tú, Arídices! En cuanto a ti, ve a agujerear los sextos". Estas palabras regocijaron tanto y causaron tanta risa a los presentes, que se llenaron de buen humor.


La falta de moderación en los banquetes

En cambio, quienes se reúnen ahora para los banquetes, y especialmente los naturales de la hermosa Alejandría, dan voces, gritan, insultan al copero, al sirviente, al cocinero; rompen a llorar los esclavos al verse golpeados con puños cada uno por su lado. Y no es sólo que los invitados cenen en medio de toda clase de escenas desagradables, sino que, si por casualidad se trata de un sacrificio, hasta el dios se cubrirá el rostro y se marchará, abandonado no ya la casa, sino la ciudad entera. Efectivamente, es bochornoso que la misma persona que ha proclamado un silencio religioso se ponga a maldecir a su mujer ya a sus hijos. Y a los participantes en el banquete les podría decir el tal individuo:

Mas ahora id a cenar, para que podamos unirnos a Ares.

pues la casa de esa clase de hombre

está a la vez llena de incienso,
a la vez de peanes y de gemidos.








Muchas veces en el pasado, al reflexionar sobre esta cuestión, los caracteres, me he preguntado con extrañeza- y quizá nunca deje de preguntarme- por qué razón, en última instancia, acontece que, aun gozando en Grecia de un mismo clima y habiendo recibido los griegos una idéntica educación, no tengamos una misma forma de comportamiento.

Pues bien, amigos, desde hace mucho tiempo yo vengo observando la naturaleza humana: he cumplido noventa y nueve años y, por tanto, he tenido trato con muchas y variopintas personalidades. En consecuencia, tras una minuciosa comparación entre seres buenos y malos, he considerado un deber describir cuáles son sus respectivas conductas en la vida.

Yo te voy a exponer, de una manera ordenada, los diferentes tipos de caracteres que a éstos les corresponden y la manera que ellos tienen de regirse.

Me atrevo a suponer, amigos, que nuestros hijos serán mejores, gracias a estos apuntes que yo les lego, pues al disponer de modelos, escogerán convivir y tener relaciones con las personas más dignas de estima a fin de ser sus iguales.




Pericles: el Olímpico.

Pericles era acamánide por su tribu y colargueo por su demo, de elevado linaje por ambos lados: su padre Jantipo. que había derrotado en Micale a los generales del rey, se casó con Agariste, nieta de Clístenes, el mismo que tras expulsar a los Pisistrátidas y derrocar con su valor su tiranía, estableció leyes e instauró una constitución que combinaba los mejores elementos para conseguir la concordia y la seguridad.

El sueño de Agariste:

Ella creyó en sueños que iba a dar a luz un león, y pocos días después alumbró a Pericles, cuyo aspecto general era intachable excepto por la cabeza, pues la tenía alargada y de un desmesurado tamaño. De ahí que en casi todos los retratos aparezca con yelmo, ya que al parecer los artistas no querían ofenderlo

Una vida moderada.

En la ciudad sólo le veían andar un camino: el que llevaba al ágora y al consejo. Renunció a las invitaciones a cenas y demás manifestaciones de amistad y compañía, de modo que durante el largo tiempo en que se dedicó a la política nunca fue a cenar a casa de ningún amigo.

El único convite al que asistió fue la boda de su primo Euriptólemo, y en cuanto terminaron las libaciones se levantó y se marchó.

Pericles evitaba mezclarse demasiado con el pueblo para que éste no se hartara de verlo a todas horas. No pronunciaba discursos sobre asuntos cualesquiera ni se dirigía a la asamblea continuamente: se reservaba para las grandes emergencias como si fuera la nave de Salaminia.

Para armonizar su lenguaje con su forma de vida y su grandeza de espíritu, recurría a menudo a Anaxágoras entreverando la física con la retórica a modo de tinte.

De ahí, que lo llamaran el Olímpico, por las obras con que embelleció la ciudad, o por el poder que mostraba en la política y en las campañas militares.

También, se piensa que se le fue impuesto este mote por su forma de hablar. Pues dicen de él que cuando pronunciaba discursos en público "tronaba" y "relampagueaba" y que llevaba un "triple rayo en la lengua"

Sus amigos, objetos de envidia:

Fidias hizo la estatua de oro de la diosa, y en la estela está grabado su nombre como el artífice. Ésto provocó envidias y calumnias, como por ejemplo la de que recibía en la sobras a mujeres libres que acudían allí a menudo  para encontrarse con Pericles.

Se cuenta que Anaxágoras, a quien Pericles había descuidado últimamente porque no tenía tiempo, se había acostado envuelto en su manta para dejarse morir de viejo. Al enterarse Pericles, acudió al punto, lleno de preocupación, y le suplicó con todo tipo de ruegos, llorando no por Anaxágoras, sino por él mismo que iba a perder a tan buen consejero político. Anaxágoras se destapó y le dijo:

- Los que necesitan un candil, Pericles, suelen echarle aceite.



Por amor a Aspasia.

Aspasia era de Mileto e hija de Axíoco. Dicen que, en lo de dominar a los hombres más poderosos, imitaba a Targelia, que era hermosa, una mujer de Jonia.
Pues, también, esta tal Targelia, que era hermosa y poseía encanto a la par que habilidad, intimaba con muchos griegos, y a todos los que tenían relaciones con ella los atrajo al bando del rey. Por medio de estos hombres poderosos sembró en las ciudades las primeras semillas del medismo.

En cuanto a Aspasia, hay quienes dicen que si atrajo a Pericles fue por su sabiduría en política.
De hecho, el propio Sócrates la visitaba en algunas ocasiones con la gente se su círculo, y los amigos acudían a su casa con sus mujeres, aunque el negocio que regentaba no era decente ni honorable, pues mantenía a jóvenes cortesanas.

Parece, sin embargo, que el afecto de Pericles por Aspasia era sobre todo pasional. Antes tenía una esposa, de linaje adecuado al suyo, que previamente había estado casada con Hipónico. De éste había tenido a Calias el rico, y de Pericles dio a luz a Jantipo y Paralo. Como la convivencia entre ambos no era buena, con su consentimiento, se la entregó a otro hombre; él, por su parte, tomó como mujer a Aspasia y la amó de una forma extraordinaria. Así, según cuentan, todos los días, cada vez que salía o volvía del ágora, la saludaba con un beso.

Una mujer de ensueño.

Tanta fama y renombre tuvo Aspasia que, según cuentan, Ciro, el que combatiera con el rey por el imperio persa, llamaba Aspasia a su concubina favorita, aunque su verdadero nombre era Milto. Esta mujer, focea por su linaje e hija de Hermotimo, tras la batalla y muerte de Ciro fue conducida en presencia del rey, con quien tuvo después gran influencia.

Acusan así pues a Pericles de que si declaró la guerra a los Samios fue principalmente por causa de los milesios y a ruego de Aspasia.

Menudo con Periforeto.

Estaba presente en la campaña de Samos el ingeniero Artemón, al que, como era cojo y lo llevaban en una litera a cualquier punto de las obras donde fuese necesario, lo apodaron Periforeto. Heraclides de Ponto rebate esta noticia con los poemas de Anacreonte, en los que aparece nombrado Artemón Periforeto muchas generaciones antes de la guerra de Samos y de aquellos hechos.
Añade que Artemón, hombre temeroso y que llevaba una vida de lujos, pasaba sentado en su casa la mayor parte del tiempo, miestras dos sirvientes sostenían un escudo sobre su cabeza para que nada le cayera encima; y que cundo se veía obligado a salir, viajaba en una litera colgada cerca del suelo, y por esta razón lo llamaban Periforeto.

Aspasia condenada como otros tantos.

Por esta misma época Aspasia se vio envuelta en un proceso de impiedad. Su acusador fue Hermipo, el comediógrafo, quien añadía el cargo de que recibía a mujeres libres para que tuvieran relación con Pericles.
Según cuenta Esquines, Pericles pidió gracia para Aspasia y derramó abundantes lágrimas para ella en el juicio, acompañadas de súplicas a los jueces. En cuanto a Anaxágoras, temiendo por él, lo mandó fuera de la ciudad.

Ni su hijo Jantipo lo miraba como a un padre.

Jantipo, el mayor de sus hijos legítimos, hombre derrochador por naturaleza y que estaba casado con una mujer joven y ostentosa, no soportaba la meticulosidad de su padre, que le suministraba el dinero poco a poco y en cantidades mezquinas, de modo que mandó para que pidieran dinero a un amigo como si fuera de parte de Pericles; el amigo reclamó la deuda más tarde y Pericles llegó a meterse en un pleito con él. Enfadado con esto el jovencito, Jantipo, se dedicó a censurar a su padre, empezando por burlarse de las charlas que tenía en casa y de sus discursos con los sofistas.

Estesímbroto afirma que entre otros muchos fue Jantipo quien propaló la calumnia acerca de su mujer, Aspasia, que la disputa con su padre siguió siendo implacable hasta la muerte del muchacho; pues, Jantipo, enfermó y falleció de la peste.

Pericles, fuerte y sereno hasta sus últimos días.

La peste atacó a Pericles. Al parecer no era ni tan grave ni tan intensa como la de los demás, sin o que se presentaba de una forma más suave, prolongándose con diversos cambios, y consumíasu cuerpo  poco a poco y hacía decaer su ánimo. Teofastro relata que Percles, estando enfermo, le mostró a un amigo que había venido a visitarle un amuleto que las mujeres le habían colgado al cuello, para enseñarle hasta qué punto se encontraba mal cuando era capaz de aguantar tales tonterias.

Abrigado por sus amigos dijo adiós a su vida.

Cercano ya a la muerte, los mejores de entre los ciudadanos y los amigos que le quedaban con vida estaban sentados a su alrededor, hablando de su valor y su poder y pasando revista a sus logros y a la multitud de sus trofeos.
Comentaban unos con otros como si él hubiera perdido el conocimiento y no se enterara.
Pero, resultó que lo había oído todo, y en voz alta dijo que le asombraba que alabaran y recordaran aquellas cosas, cuando en ellas tenía que ver la fortuna y además había muchos otros generales que las habían conseguido ya antes; y que en cambio no mencionaran lo principal y más hermoso.

- Pues ningún ateniense vivo se ha puesto un manton negro por mi causa.

Los sucesos hicieron que los atenienses no tardaran en apreciar el valor de Pericles y en echarlo de menos. 
Mientras vivió, su poder fue un peso que lo debilitaba; pero cuando dejó de ser un obstáculo para ellos y probaron a otros oradores y demagogos, todos se pusieron de acuerdo en que no podría nacer otro carácter tan mesurado en la dignidad ni tan majestuoso en la dulzura. Aquel poder había suscitado envidias y que antes habían llamado monarquía y tiranía demostró después que había sido el baluarte salvador de la ciudad.

!Tal multitud de males y tal corrupción infectó la política! Corrupción que Pericles, debilitándola y rebajándola, había ocultado, impidiendo que llegara a tener una fuerza irremediable.




Nicias: el más piadoso de los griegos.

De los ciudadanos atenienses, tres fueron los mejores por el afecto y el amor que habían heredado para con el pueblo: Nicias, hijo de Nicerato, Tucídides, hijo de Melesio, y Terámenes, hijo de Hagnón.
Sin embargo, éste lo era en menor grado que aquellos: se le reprocha lo inferior a su linaje- era extranjero, de Ceos- y su inconstancia. De hecho tenía el ápodo de "Coturno", pues en la política hacía un doble juego con el bando oligárquico y el democrático.

Nicias, el más joven de estos tres mencionados, ya había obtenido cierto renombre en vida de Pericles: fue colega suyo como general y en muchas ocasiones tuvo mando propio. A la muerte de Pericles no tardaron en encaramarlo al primer puesto,  sobre todo los ciudadanos ricos y distinguidos, que querían ponerlo como freno a la audacia y desvergüenza de Cleón.

Amado por el pueblo.

El pueblo sentía simpatía por él y le ayudaba en sus ambiciones. Su dignidad, ni seca ni desagradable, se combinaba con cierta precaución, y se atraía a la muchedumbre por el mismo hecho de que parecía temerla. Era, en efecto, temeroso y desconfiado por naturaleza.: aunque en las campañas, como siempre tenía éxito, su buena suerte encubría su cobardía. En política también era asustadizo, y los sicofantas lograban confundirlo con facilidad.

Nicias destacaba por su riqueza, y gracias a ella tenía influencia con el pueblo.
Hierón, un individuo criado en la casa de Nicias e instruido por él en las artes y en las letras, era quien andaba difundiendo entre el pueblo la idea de que aquel llevaba una vida dura y trabajosa por el bien de la ciudad.
Aseguraba que hasta cuando se encontraba en el baño o cenando tenía que resolver asuntos públicos.
- Como descuida sus propios intereses por ocuparse de los colectivos- decía-, apenas concilia el sueño. Por eso anda mal de salud y no es afable ni simpático con sus amigos: su dedicación a la política le ha hecho perderlos junto con su dinero.
En cambio los demás, como se enriquecen y ganan amistades desde la tribuna, pueden darse la buena vida y hasta divertirse con la política.

Signos de mal agüero contra la expedición a Sicilia.

Uno de los signos más  visibles y manifiestos fue la mutilación de los Hermes que tuvieron lugar en una sola noche, salvo uno, el llamado Andócides, que había sido consagrado por la tribu Egeide y que estaba frente a la casa que entonces pertenecía a Andócides; o lo sucedido en el altar de los 12 dioses, cuando un hombre se subió a él de un salto, se puso a horcajadas y se cortó los genitales con una piedra.

En Delfos, sobre una palmera de bronce, había un Paladión de oro consagrado por  la ciudad con el premio al valor conseguido en las guerras médicas. Durante muchos días los cuervos se posaron en él y lo picotearon, y acabaron arrancando el fruto de la palmera, que era de oro, y tirándola al suelo

Asustado por estos prodigios o acaso porque la propia razón humana le hiciera temer esta campaña, el astrólogo Metón, a quien habían conferido un mando, quemó su casa fingiendo haber enloquecido. Sin embargo, cuentan que no lo hizo pretendiendo estar loco, sino que de noche, tras haber incendiado la casa, se presentó en el ágora con aspecto abatido y suplicó a los ciudadanos, que en atención a la gran desgracia que había caído sobre el,  apartarán de la expedición a su hijo, que Navegaba a Sicilia, como trierarca.

A Sócrates el sabio le indicó su genio, con los signos que solía profetizarle, que aquella empresa sería la ruina de  la ciudad. Él se lo comentó a sus íntimos y la historia corrió de boca en boca

Un hombre entero hasta para morir.

Nicias intentaba con su voz, su apariencia y su forma de saludar mostrarse superior a tales desgracias. Durante todo el viaje, en ocho días, aunque los enemigos no dejaban de dispararles y causarles heridas, logró que las fueras que marchaban con él no fueran derrotadas, hasta que Demóstenes fue capturado junto con la parte del ejército que lo acompañaba. Demóstenes al verse rodeado, desenvainó la espada y se intentó dar muerte, pero fue en vano, no lo consiguió y fue capturado.

En el río hubo una enorme y sangrienta matanza, pues los atenienses eran degollados a la vez que bebían, hasta que Nicias se arrojó a los pies de Gilipo y le dijo:

-!Oh Gilipo!, tened piedad vosotros, los vencedores. No os apiadéis de mí, que tenía nombre y fama por gozar de tan buena fortuna, sino del resto de los atenienses, pensando que los azares de la guerra son comunes a todos, y que ellos, cuando la suerte les sonría, os trataron con gentileza y moderación

Gilipo se sintió conmovido ante Nicias, tanto por sus palabras como por su aspecto.
Pensando en ello, le tomó del brazo, le dio ánimos y mandó a sus hombres que cogieran vivos a los demás. La orden corrió tan despacio y fueron menos los que quedaron vivos que los muertos: aunque los soldados robaron y escondieron a muchos.

Timeo niega que Demosténes y Nicias fueran muertos por orden de los siracusanos, como escriben Filisto y Tucídides. Cuentan, en cambio, que mientras estaba aún reunida la asamblea, Hermócrates les envió un mensaje, y que se dieron muerte con ayuda de uno de los guardias; y que, sin embargo, arrojaron sus cuerpos ante las puertas, donde yacían para que todo el que quisiese los contemplara. Me he enterado que hasta el día de hoy muestran en Siracusa, ante el templo, un escudo al que llaman "de Nicias", de un fino entramado de oro y púrpura.

Se dice que los atenienses no se creyeron la desgracia, sobre todo por el mensajero que se la narró. Según parece, un extranjero desembarcó en el Pireo, se sentó en una barbería y empezó a hablar de lo sucedido como si fuera algo ya conocido por los atenienses. Al escucharlo el barbero, antes de que los otros se enteraran, subió a la ciudad corriendo, se dirigió a los arcontes y no tardó en difundir el relato por el ágora. Ante el espanto y la perplejidad naturales, los arcontes reunieron la asamblea y llevaron al extranjero.

En el interrogatorio no supo decir con claridad por quién se había enterado. Puesto que parecía que se inventaba la historia y su intención era causar confusión en la ciudad, lo ataron a la rueda y lo atormentaron durante largo tiempo, hasta que llegó gente que anunció el desastre tal y como había sido.

 !Tan difícil les fue creer que a Nicias le había sucedido lo que tantas  veces les había predicho!.


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